Fidel Castro, visión y misión
Comencemos por Fidel Castro. Es el más vistoso, ubicuo e inevitable de todos los cubanos. Le dio sentido y forma a la revolución. Lleva medio siglo instalado en los titulares de toda la prensa y su pintoresca imagen es la más conocida de toda la fauna política planetaria. A sus casi 82 años, agoniza lentamente en La Habana devorado por un cáncer intestinal que hizo metástasis, y del que fue necesario operarlo (sin mucha fortuna) en verano del 2006.
En diciembre del 2007, finalmente, aceptó que no podía volver a dirigir el gobierno, pero no se resigna a perder el poder: un poder que ha ejercido sin limitaciones ni contrapesos desde 1959. Ante esta situación, su hermano y heredero, el general Raúl Castro, cuando asumió la presidencia propuso consultarle todos los asuntos fundamentales que debe afrontar el país. Para formalizar el acuerdo, le pidió autorización al parlamento cubano que, de inmediato, se lo concedió, obviamente, por unanimidad.
Pero había (y hay) un problema fundamental. El Comandante no estaba dispuesto a quedarse como un consejero pasivo que ofrece sus recomendaciones humilde e incondicionalmente a sus herederos. Por otra parte, mientras gobernó, Castro jamás fue un líder dedicado a solucionar los problemas cotidianos de la sociedad cubana -más bien los agravaba con iniciativas enloquecidas como dotar a cada familia con una vaca enana-, sino fue un héroe épico, gallardamente empeñado en arreglar las injusticias del mundo, todas ellas derivadas, según su diagnóstico, del desventurado capitalismo y del comportamiento malvado y codicioso de las potencias capitalistas encabezadas por Estados Unidos, el flagelo de la especie humana.
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