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Ninguno le ganará al Comandante

16 noviembre 2011

Charito Rojas /Cubanitoweb

Discrepo de Charito, una cosa es ganarle y otra que entregue el poder….

«Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará». Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.), filósofo griego.

Ya nos estábamos acostumbrando a lo bueno de estar libres de cadenas, pero ellas regresaron, tan fastidiosas como siempre y con el mismo guión que sabemos de memoria: «No volverán, la burguesía apátrida, los lacayos del imperio, el capitalismo tiene la culpa, solo el socialismo puede». Pequeña variante: Ya no dice que lo quieren matar, porque del magnicidio se está encargando el Altísimo. Ya no nombra a la pelona ni de vainita, al contrario, dice que quiere vivir para quedarse («si la oposición me sigue jorungando») hasta el 2041. O sea, que no hay que «jorungarlo» para que no se quede hasta los 88 años. ¡Qué ejemplo notable de demócrata!

Las cadenas del Comandante son ilegalmente electorales, pero el CNE jamás dice esta boca es mía. En la señal del Estado, el hombre reparte nuestro presupuesto en dádivas, becas y créditos, con el único fin de que lo reelijan ad infinitum. Y amenaza a esa gente que lo aplaude fanáticamente conque si la oposición golpista gana, les van a quitar todo lo que él les ha dado. Mejor dicho, que les ha ofrecido porque sus niveles de incumplimiento son aterradores. Pero a los adoradores les basta la cotorra aliñada, las promesas fantásticas y la sensación de que son tomados en cuenta por un amoroso caudillo, así las obras no cumplan con las palabras.

El hombre tenía que arrancar su campaña con actos masivos, tocada de charrasca, poemas «a mi amado Presidente» y las más desvergonzadas escenas de adoración al líder de la secta. Adobado esto con la lluvia de ofertas engañosas de que en este país todos serán iguales, tendrán viviendas dignas, asistencia médica, becas y cuantas cosas no ha logrado dar en casi 13 años de poder absoluto, de control total del presupuesto nacional, de gobierno todopoderoso. Pero todavía hay quienes creen que algún día, algún año, va a cumplir. Esos son los votos del Comandante: Los ganados con dinero, promesas populistas y ese carisma de guachamarón de pueblo que hace sentir confortables a masas que tradicionalmente han sido descuidadas por los gobiernos democráticos.

Una cadena precedió el acto anunciado en la Ucab, en el cual los precandidatos de la Mesa de la Unidad hablarían en conjunto por primera vez al país, en un debate sin precedentes en los últimos 13 años de monólogos absolutistas. El Comandante sirvió de telonero y terminó su cháchara ditirámbica apenas 3 minutos antes de que comenzara la transmisión del debate desde la Universidad, cuando ya nos resignábamos a verlo en diferido. Pero esta consuetudinaria muestra de abuso sirvió para contrastar el disparate con la razón, la academia con la ignorancia, la responsabilidad con la irresponsabilidad, la tolerancia con el irrespeto. Favor que les hizo, sin querer, a los cinco precandidatos que esa noche se alinearon claramente con dos propuestas básicas, el respeto a los derechos ciudadanos y la protección de la libre empresa y la propiedad privada.

Todos estuvieron muy bien. En el análisis, muchos dieron por ganador a un peso pesado de la política internacional como Diego Arria, con agallas y argumentos contundentes. Otros apreciaron el equilibrio de Capriles Randonsky, la fuerza de Pablo Pérez, la honestidad de María Corina o la rectitud de Leopoldo López. Lástima que no pudimos ver en ese escenario a un estadista como Antonio Ledezma.

Pero lamentablemente, ninguno de ellos le ganará al Comandante. Cualquiera que triunfe en las primarias, será un gran candidato. Tienen con qué. Pero en el bizarro panorama político de Venezuela, no se evalúa el peso específico del candidato, ni sus virtudes para gobernar o preparación real para el cargo presidencial. Ellos no están enfrentando un torneo de currículos o baremos, porque quien ejerce la Presidencia no podría estar más desprovisto de atributos fundamentales para detentar la Primera Magistratura. Y allí está desde hace 13 años.

Lo que enfrentará el candidato de oposición no es a un candidato oficialista que respetará las normas electorales, que no usará el poder y el dinero del estado para comprar voluntades y hacer costosas campañas de dádivas; tampoco dispone el candidato de oposición de una red de medios de comunicación social para llevar su mensaje en cadena a millones de venezolanos. El candidato de oposición dispondrá de los pocos programas de opinión que quedan en los medios independientes, dependerá de los aportes privados para costear los gastos de la campaña, se enfrentará a un CNE abiertamente pro oficialista. Por no hablar de la coraza que deberá tener para soportar el grosero lenguaje del candidato oficialista, que coleteará el piso con quien considera no su adversario (eso es demasiado democrático para él) sino su mortal enemigo.

Por eso afirmo que no importa quién sea el candidato de la oposición, porque cualquiera de ellos será digno de serlo. Ganar las elecciones no se atribuirá al candidato. Quien verdaderamente le ganará las elecciones a este abusivo régimen seremos nosotros, los ciudadanos cansados del discurso ignorante, de las promesas incumplidas, de las calles y autopistas llenas de huecos, de la inseguridad, del desempleo, de la injusticia. Quien ganará esa elección no será el candidato, será el ciudadano demócrata, el venezolano exiliado, el expropiado, el que finalmente se ha dado cuenta de la absoluta incapacidad de estos seudo revolucionarios para gobernar Venezuela con criterios de prosperidad y grandeza.

El candidato que elijamos en las primarias del 12 de febrero no ganará ni perderá las elecciones por sus virtudes o defectos. Los venezolanos somos quienes tendremos la responsabilidad de ganar o perder no solo las elecciones sino a nuestro país. Sea quien sea el candidato, tenemos la necesidad absoluta de movilizar a ese votante que se abstiene por negligencia, ignorancia o miedo. A quien hay que buscar es a ese 36% de venezolanos que aún no se convencen que el día de las elecciones debe ser una manifestación masiva de venezolanos en busca de su libertad, sin importar su color político. Los problemas de los venezolanos son comunes a todos. El objetivo es no permitir que quienes solo sirven para hablar pendejadas continúen llevando a Venezuela por el camino del fracaso. Estas elecciones no las ganará un candidato sino un pueblo harto de abusos.

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  1. 16 noviembre 2011 a las 9:00 am
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